JORNADAS DE RESILIENCIA: DE LAS NEUROCIENCIAS A LAS NARRATIVAS, BORIS CYRULNIK
El pasado 26 y 27 octubre nuestros compañeros de AESFASHU organizaron unas jornadas en las que participo Boris Cyrulnik; neurólogo, psiquiatra, psicoanalista, miembro del patronato de la Coordination française pour la Decennie de la cultura de paz y de no violencia, presidente del Centre National de Création et de diffusion culturelles de Châteauvallon y miembro directivo de la oficina en Francia, coordinadora del programa Decenio de Naciones Unidas.
Os dejamos un resumen de sus principales aportaciones;
¿Por qué algunos niños tienen un desarrollo normal habiendo vivido situaciones traumáticas? Esta fue la primera reflexión que Boris Cyrulnik nos regaló en las jornadas de resiliencia. Unas jornadas abiertas, donde el debate, los vínculos de seguridad, el trauma y la superación personal fueron los ejes centrales.
La resiliencia se definió como reanudar un nuevo desarrollo mental y comportamental adaptativo después de sufrir una situación traumática. En estudios de neuroimagen se ha visto que el cerebro tras sufrir una situación traumática no funciona en su desarrollo normal.
El lóbulo prefrontal está apagado, siendo de gran importancia para sobrevivir en el medio. Es el encargado de coordinar múltiples funciones como la toma de decisiones e inhibición conductual, media y planifica en base a la memoria, está implicada en la fijación de la atención, regula la conducta social como las expresiones y los comportamientos, influye en la motivación y control emocional consciente. Todas estas funciones se pueden ver afectadas tras sufrir una gran conmoción.
El lóbulo temporal está muy vinculado al sistema límbico, teniendo gran influencia en las emociones y estados de ánimo, así como en la memoria. El lenguaje también se ve afectado en estas situaciones, por eso cuando vivimos una situación de gran impacto nos quedamos sin habla o con dificultades para expresarnos.
La reanudación de estas funciones va a depender de los factores de vulnerabilidad o factores protectores que recibimos en nuestra infancia o antes de producirse esta situación. Los factores protectores se reciben en la formación de vínculos de seguridad con nuestro entorno y la estimulación sensorial. A través del cuidado, de la atención, del juego, de las risas, incluso de los limites de prohibición de los cuidadores principales.
Por otro lado, los factores de vulnerabilidad son la ausencia de cuidados, atención y vinculación con los cuidadores. Tras producirse el trauma, lo que permite que el cerebro vuelva a funcionar es el apego seguro. A partir, de una base de seguridad, donde no falten los cuidados, la atención, la conexión con el otro y la reparación de esa seguridad dañada, la persona adquiere los factores resilientes que son su aprendizaje (las nuevas estrategias y vínculos afectivos adquiridos) después del trauma.
Cuando la situaciones traumáticas vienen dadas por las figuras de apego o por su ausencia, lo que cura y repara son los tutores resilientes. Aquellas personas de referencia saludables, que ayudan a adquirir los factores resilientes, dando apoyo y sentido a lo vivido. Los tutores resilientes pueden ser una tía, un amigo, un educador, una familia adoptiva, un psicólogo, un tutor o profesor. Lo importante es que a través de la comunicación preverbal y posteriormente la verbal, se transforme la representación mental que teníamos de la situación traumática en otra menos dolorosa y con un aprendizaje positivo.
Los psicólogos tenemos la suerte, de poder ayudar a niños y adultos a reparar las diferentes situaciones traumáticas vividas. Somos las figuras de apego que acompañan, dan sentido a lo vivido. Siendo a la vez, un gran regalo de aprendizaje vital para nosotros.
Psicóloga en GrupoLaberinto
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