La guía ilustrada para trabajar la autoconfianza (y conseguir lo que te propongas)
Nuestra compañera Marilo Pérez García colabora en este artículo de la revista VOGUE
Siempre hablamos de la importancia de trabajar la autoestima, e incluso hemos reconocido en nosotras mismas algunos -o muchos- rasgos del síndrome de la impostora, pero en general, no prestamos la atención que se merece la autoconfianza. Sí, en un primer lugar podría parecer lo mismo que la autoestima, y efectivamente tienen puntos en común, pero en realidad no son la misma cuestión. La autoconfianza tiene que ver con nuestra percepción de nuestras capacidades, de cuánto creemos que somos capaces de hacer y la seguridad que mostramos en nosotras mismas, por eso, tener una alta o baja confianza puede afectar a nuestro desempeño laboral o académico, así como a la consecución de nuestras metas u objetivos. La psicóloga Mariló Pérez García, de GrupoLaberinto, nos da las claves para identificar si este es nuestro caso y las pautas -con una guía ilustrada- para mejorar en este aspecto.
¿En qué se diferencia la autoconfianza de la autoestima?
Tal como ya hemos dibujado al principio, no son exactamente lo mismo, aunque sí suelen estar relacionadas la una con la otra. Según explica la psicóloga, “la autoestima tiene que ver con la valoración que una persona realiza de sí misma, engloba todos los ámbitos de la vida y se relaciona con la imagen que formamos de nosotros mismos y con el grado en el que reconocemos y aceptamos nuestras virtudes y nuestros defectos. Mientras tanto, la autoconfianza en uno mismo consiste en la apreciación que tenemos de nuestras capacidades para alcanzar una meta y conseguir el éxito en un contexto determinado”. En resumidas cuentas, la primera “tendría que ver con cómo nos valoramos, con cómo nos sentimos con respecto a nosotros mismos, mientras que la segunda se relacionaría con aquello que creemos poder hacer a través de nuestras habilidades y capacidades”.
¿Cómo saber si te falta autoconfianza?
Seguro que la mayoría de las personas podemos trabajar un poco más en la confianza que depositamos en nosotras mismas, pero para identificar si realmente tenemos una falta de autoconfianza, hay varios indicadores claros: “Tener pensamientos negativos recurrentes sobre la propia capacidad para hacer las cosas, como por ejemplo ‘seguro que no me da tiempo a entregar el proyecto’, ‘voy a suspender’, ‘los demás lo hacen mejor que yo’, ‘no lo conseguiré’, entre otros”, señala la psicóloga. La comparación de nuestras habilidades y capacidades con las de otras personas o pensar que los demás son superiores son, asimismo, claras señales de una baja autoconfianza, mientras que “tender a pedir ayuda en exceso a los demás y, si se consigue un logro, atribuirlo ‘a la suerte’, en vez de a tu esfuerzo y capacidad”, pueden ser otros síntomas.
Podríamos pensar, por lo tanto, que una falta de confianza puede relacionarse también con el llamado síndrome de la impostora, aunque no son exactamente lo mismo. Tal como explica Mariló Pérez, “consiste en experimentar un malestar recurrente asociado a la creencia de no merecer el lugar o los reconocimientos que se te están otorgando, en el ámbito laboral, académico o social. Suele aparecer en profesionales exitosos o en estudiantes con excelentes notas. Por tanto, tiene que ver con el valor que la persona se otorga a sí misma dentro de un ámbito, con no ser capaz de reconocer sus virtudes y atribuirlas a sí misma, por lo que puede relacionarse con una baja autoestima y un pobre autoconcepto”.
¿Cómo puede afectar a nuestro desempeño laboral o académico?Teniendo en cuenta que se trata de no sentir una seguridad sobre nuestras propias capacidades y aptitudes, es lógico que esta actitud o pensamientos negativos puedan repercutir en nuestro trabajo o estudios. La experta de Grupo Laberinto nos lo confirma, apuntando que “puede llegar a crear un círculo vicioso como el siguiente: mantengo la creencia de que ‘no podré hacerlo bien’, que influye en mi estado de ánimo y a su vez en las acciones que llevo a cabo, por ejemplo, implicándome o esforzándome menos de lo que lo haría si creyera que puedo hacerlo. Esto hace más probable que finalmente no logre lo que me propuse, por lo que mi pensamiento de ‘no podré hacerlo bien’ se habrá visto confirmado, minando aún más mi autoconfianza”. Asimismo, la especialista señala que nos puede afectar en otros campos, en especial a nuestro estado de ánimo, “generando sentimientos de inutilidad o inferioridad, pudiendo repercutir en la autoestima”.
Información y contacto
grupolaberinto@grupolaberinto.es
638105132