- ¿A qué nos referimos cuando hablamos de partes de personalidad?
Las partes de la personalidad, también conocidas como estados del yo o personajes internos, pueden considerarse como conglomerados de valores, necesidades, pensamientos, emociones y tendencias de acción que funcionan como unidades psíquicas relativamente independientes. A nivel neurobiológico constituyen “redes neuronales”, congruentes con un modelo plural de la mente y lideradas jerárquicamente por un yo adulto o self. Dicho self integra estas partes de la personalidad, generando una adecuada armonía intra e interpersonal, lo cual permite, a su vez, un funcionamiento sociovital pleno de la persona.
- ¿Cuándo es necesario en psicoterapia hacer un trabajo sobre las partes de personalidad?
El abordaje terapéutico de las partes de la personalidad se antoja una herramienta necesaria en el contexto de la terapia orientada al trauma. Se adapta perfectamente al trabajo, en concreto, con el trauma relacional y con la organización bordeline de la personalidad. Cuando el nivel de conflicto interno entre partes es elevado, lo cual se traduce frecuentemente en conductas autodestructivas, disfunción interpersonal y falta de adherencia terapéutica, dicho recurso terapéutico permite la contención de defensas disociativas y facilita la correcta organicidad del proceso de sanación.
- ¿Desde tu experiencia clínica, qué crees que aporta el trabajo con partes de personalidad en un proceso terapéutico?
El trabajo con las partes de la personalidad permite la activación progresiva del yo adulto del paciente, antaño eclipsado por las partes protectoras y vulnerables del sistema interno y totalmente fusionado con el conflicto y la polarización interna. El terapeuta, desde su yo adulto, moldea y ayuda a la emergencia de un liderazgo interior que hace las veces de un verdadero apego interno seguro, gracias a las cualidades contenedoras y compasivas del self. El trabajo con partes, dada su naturaleza normalizadora, despatologizante y reguladora, aporta claridad e integración, siempre desde el respeto al mundo interno de la persona. Por último, dicho enfoque es compatible con el empleo de otros recursos terapéuticos, como la caja de arena, EMDR, la terapia sensoriomotriz, el uso de figuras, etc.
- ¿Qué riesgos puede haber si el terapeuta no realiza adecuadamente el trabajo terapéutico sobre partes de personalidad?
La posibilidad de iatrogenia desde este modelo terapéutico estriba en el riesgo de retraumatización. Si el terapeuta pierde la perspectiva de su yo adulto y se relaciona con el paciente desde sus partes de la personalidad existe la posibilidad de replicar escenas traumáticas, reforzándose a la larga las defensas paranoides y las vivencias depresivas de inadecuación. De ahí la necesidad, sobre todo en caso de organizaciones bordeline de la personalidad, de realizar una correcta delimitación del encuadre, que aúne firmeza con flexibilidad, así como el recurrir a la supervisión clínica. El propio proceso de terapia personal, que ayude al terapeuta a mapear correctamente su mundo interno, también se considera básico.
- ¿En qué casos el mundo interno del terapeuta puede obstaculizar los procesos terapéuticos de sus pacientes?
El mundo interno más “boicoteador” del proceso psicoterapéutico es, por antonomasia, el derivado de una organización bordeline de la personalidad, donde el estilo defensivo está sustentado mayoritariamente en disociación. En la búsqueda de satisfacer necesidades relacionales de manera patológica, dichos pacientes pueden buscar establecer dinámicas interpersonales con el terapeuta basadas en el doble vínculo e, incluso, en el apego desorganizado. Como se señalaba en el punto anterior, sólo la correcta activación del yo adulto del terapeuta permitirá la contención de la contratransferencia, haciendo lecturas compasivas de las intenciones de las partes protectoras de la personalidad, evitando la reactuación traumática y aprovechando la ruptura momentánea del vínculo para ir creando expectativas de reparación a nivel de apego.
El equipo de GrupoLaberinto.