¿Cómo explicarles la muerte a los pequeños de la casa?
El momento cultural en el que vivimos intenta alejar lo máximo posible el sufrimiento de las personas, haciendo que vivamos bajo la consigna “la felicidad es obligatoria”, alejando así de nosotros todas las cosas que no somos capaces de tolerar, especialmente la muerte. Enlazado a esto apartamos el duelo y todos los comportamientos asociados a este proceso, de modo que vivimos en una cultura que nos obstaculiza o nos prohíbe el sufrimiento.
No obstante, nos encontramos ante una situación histórica en la que estamos rodeados de pérdidas por la reciente Covid-19 y, ante ello, es normal que a la hora de comunicárselo a los pequeños de la casa nos surjan las siguientes dudas:
“¿Se lo cuento o no? ¿Cómo se lo cuento? ¿Saben los niños lo que es la muerte? ¿Los niños pueden estar en duelo? ¿Cómo puedo prepararle? ¿Le podré traumatizar si se lo cuento?”
El sufrimiento que padecen los adultos a la hora hacer frente a la pérdida de un ser querido, hace que muchas veces, en esta situación, opten por ocultar la información a sus hijos, apoyándose en la dificultad que creen que tienen estos para entender y procesar la muerte de un ser querido. Es por ello que muchas veces, desde la buena voluntad, los adultos acaban dando explicaciones erróneas que generan en los niños gran confusión y desconcierto, los cuales, unidos al dolor de la experiencia, pueden generar complicaciones y tal vez un duelo patológico que requiera una intervención psicológica.
Como es lógico y natural, tratamos de proteger a nuestros hijos, creemos que ocultándoles la muerte les ahorramos un sufrimiento mayor, pero es precisamente todo lo contrario, los estamos alejando de un acontecimiento básico en sus vidas, además es imposible evitarles todo el dolor. Es más, si nuestros hijos crecen sin la exposición natural al sufrimiento, serán más propensos a frustrarse y tendrán más dificultades para desarrollar las habilidades requeridas para afrontar hechos a los que probablemente tendrán que hacer frente en la adultez.
Es por ello que no debemos hacer de la muerte un tema tabú y hemos de aprovechar las oportunidades que tenemos para explicárselo a nuestros hijos, de una manera acorde a su edad y a sus capacidades de comprensión. Es importante poder anticipar la muerte siempre que sea posible e ir explicando qué cosas van a cambiar, qué va a pasar cuando la persona fallezca, siempre adaptado a su edad. Algunas de las cosas que podemos hacer y decir son las siguientes:
- 0-2 años: es importante poder anticipar la muerte y mantener las rutinas, ya que en esta etapa son muy susceptibles a cualquier cambio, por ejemplo: si la figura de apego está enferma es importante implicar a una figura sustitutoria de manera temprana en las rutinas del niño. Debemos garantizar su seguridad y cuidado, así como expresar las emociones adecuadas a la situación.
- 3-6 años: tenemos que usar un lenguaje adaptado a su nivel. Hacerles comprender la irreversibilidad y universalidad de la muerte, para evitarles confusiones que puedan generar en ellos más angustia y miedos, por ejemplo: ha sufrido un accidente de coche, la abuela estaba muy malita etc.. Tranquilizarles ante la posibilidad de otras muertes. Podemos usar ejemplos de la naturaleza que conozcan, aunque debemos de tener cuidado porque interpretan todo de manera literal, es decir, hemos de evitar frases del estilo “la abuelita está en aquella estrella” porque preguntarán “¿cómo podemos ir con ella?”
- 6-10 años: explicarles las dimensiones de la muerte ya que poseen una mayor capacidad de razonamiento. Hacerles partícipes de los rituales siempre que lo deseen (misas, funerales…). Responder con sinceridad sus preguntas de curiosidad y preocupaciones, en un lugar seguro y sin interrupciones. Permitirles sentir las emociones. Valorar su opinión.
- 10-13 años: enseñarles a apreciar los recuerdos. Compartir las distintas experiencias, emociones y sentimientos. Pedirles ayuda en los rituales de despedida.
- Adolescentes: evitar los mensajes de responsabilidad o fortaleza. Hablarles desde nuestra experiencia. Validar las expresiones de sus emociones, mostrarnos cercanos y con predisposición a escucharles.
Algunas de las cosas que no ayudan serían:
- Alterar sus rutinas
- Ocultar o retrasar la noticia de la muerte
- Darles explicaciones complicadas que no logren entender
- Aislarles de los rituales
- Hacerles sentir culpa ante la muerte de un ser querido
- No respetar su intimidad
- Prohibirles expresar sus emociones o decirles cómo se tienen que sentir “No llores, no te preocupes, no pasa nada”
- Hacerles responsables de tareas que no les corresponden en función de su edad.
Existen distintos recursos que podemos utilizar que pueden servirnos de complemento a la hora de explicarles la muerte a los más pequeños:
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